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INICIATIVAS FEMENINAS 61

bajo profesional como un salario suplementario, algo así como una ayuda para conllevar los gas- tos de la casa. Lo cual no quita para que siempre y en todas partes se le haya exigido á cambio de ese salario insignificante una jornada entera de trabajo, un número de horas en el taller ó en la fábrica igual al del hombre. Resulta de aquí que la mujer—casada ó célibe—que tiene un oficio está frecuentemente obligada á atender á dos quehaceres ú ocupaciones: á la profesional y á las propias de su casa, y tal exceso de trabajo tiene que producir en ellas fatalmente el aniqui- lamiento.

“Si es casada, conseguirá ir pasando con relati- va comodidad; pero la soltera, la que reducida á sus propios recursos tiene que ejecutar por sí misma los trabajos de su casa y el trabajo profe- sional que le proporciona el sustento, llega en mayor grado aún á ese cansancio y agotamiento, sin conseguir siquiera, como la casada, ahorrar un céntimo, sino simplemente vegetar. De modo que el aniquilamiento, la miseria, y aun algo peor, es el destino de la mayor parte de las tra- bajadoras, lo mismo en Francia que en todas partes (1).,,

Para remediar este estado de cosas es por lo que se esfuerzan los feministas por implantar la fórmula siguiente: á igualdad de trabajo, igualdad de salario.

Sería imposible negar la legitimidad de esta justa reclamación. “En estricta equidad — dice M. Turgeon, — la equivalencia de trabajo entre la obrera y el obrero supone necesariamente la equivalencia de sus respectivas remuneraciones. ¿Por qué? Porque pagar á la mujer menos que al

(1), Naudet, Pour la femme, pág. 132.