INICIATIVAS FEMENINAS 57
cuando en 27 de Febrero de 1896 votó una pro- posición de M. Goirand, concebida en los si- guiente términos: “Cualquiera que sea el régimen económico adoptado por los esposos para la so- ciedad conyugal, la mujer tendrá el derecho de disponer sin el consentimiento de su marido del producto de su trabajo personal,,. Proposición que no tiene nada de radical ni subversiva, pues no viene á instituir la separación de bienes en la sociedad conyugal, sino que trata únicamente de limitar el derecho de administración del marido y de conferir á la mujer sobre el producto de su trabajo los mismos derechos que el marido tiene respecto de los demás bienes matrimoniales. Pues así y todo, debió de parecer demasiado avanzada á la mayoría del Senado, cuando, á pesar del tiem- po transcurrido, aún no ha pasado de la Comi- sión, donde duerme hace nueve años bajo el arrullo del ponente M. Cazot (1).
Si se hubiera realizado, esta reforma habría llevado consigo otra no menos necesaria: “Due- ña la mujer casada de sus salarios, ¿lo será tam- bién de sus economías? — pregunta M. Tur- geon (2).—La lógica y la prudencia lo exigirían
(1) El profesor Cauwés ha propuesto las siguientes medi- das de precaución, muy propias para desvanecer las objecio- nes de los juristas: Antes de decretarse la unión respondiendo á la interpelación del oficial del Registro civil, la mujer podrá declarar que, á pesar de no haber hecho contrato, se reserva la facultad de percibir por sí misma el producto de su trabajo, á condición de contribuir por su parfe á las cargas de la fami- lia. En el acta de la celebración del matrimonio se hará cons- tas la reserva de la mujer y el consentimiento del marido, y su publicidad será prevención suficiente para los terceros. Este procedimiento tendría la ventaja de conservar á la mujer medios de vida sin qne le fuera preciso hacer grandes gastos otorgando documentos ante notario con ocasión del matrimo- nio. (V. Paul Cauwés, De la protection des intéréts économi- ques de la femme marie.)
(2) Feminisme frangais, T. 1. p. 152,