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46 CIENCAIA Y CCIÓN

ahora no tienen por qué lamentarse del acceso de la mujer á la vida pública.

“En cuanto á las elecciones municipales y pro- vinciales —hace observar M. Maurice Lambert (1) —las mujeres intervienen en ellas en diverso grado en Suecia, Islandia, Finlandia, Rusia, Pru- sia, ducado de Sajonia y Australia; como lo hacen en muchos países en las elecciones para la for- mación de las Juntas encargadas de la direc- ción de las escuelas públicas, pudiendo también ser elegidas.

Son, pues, más dichosas que las madres de fa- milia en Francia, porque al menos tienen voz y voto en las asambleas que tratan las cuestiones referentes á l: educación de sus hijos.

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Suele ponerse en duda (y no sólo por los hom- bres) la capacidad de la mujer para tomar parte activa en la vida pública (2).

Para rebatir esta opinión nada tan categórico como el relato de lo hecho por las señoras de Montreal para defender con eficacia y sostener públicamente sus derechos, amenazados por la envidia masculina. Hay en ello iniciativas feme- ninas que interesa conocer.

En el Canadá las mujeres viudas y solteras tienen voto en las elecciones municipales, con- cesión que el legislador les otorgó al considerar

(1) Le féminisme et ses revendications.

(2) Alejandro Dumas escribía á Mme. Cheliga: “¡Cuando pienso que Juana de Arco no podría votar en la elección de concejales de Domrémy, en esa hermosa comarca de Francia que ella misma había salvado!, (Citado por Turgeon, Fémi- nisme frangais, tomo 11, página 31).