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las mujeres, desde el punto de vista electoral, con un demente, un comerciante en quiebra, y aun con un criminal.
Los americanos han sabido sacar partido de esta anomalía (1), y en la exposición de Chicago circularon millares de ejemplares de un litogra- fiado que representaba á miss Frances Willard, la popular y celosa presidenta de la Sociedad de templanza, rodeada por un piel-roja, un idiota, un presidiario y un loco furioso, con la explica- ción siguiente: “La mujer americana y sus igua- les en política, (2).
Pero si hojeamos un poco la Historia, se verá que la concesión del voto á la mujer no es cosa nueva nirevo ucionaria, sino una regresión á lo que cn otros tiempos se ha hecho en Francia, eonde en la época feudal la mujer, viuda ó sol- tera, que poseía un feudo ejercitaba todos los derechos (3); y ya veremos más adelante que en el antiguo régimen corporativo las obreras y pa- tronas elegían sus prud 'femmes. La misma Igle- sia da también una prueba de confianza en la sa- gacidad femenina admitiendo á la mujer á la ad- ministración y gobierno de sus comunidades re- ligiosas, y concediéndole al propio tiempo la
(1) Ch. Turgeon, Le féminisme frangais, t. Il, pág. 30. (Larose, éditeur, Paris, 1902.)
(2) Hablando de este asunto decía una señora hacendada: ¿Cómo es posible que sea yo la que pague la contribución, y mis colonos los que voten? (V. Mille. Pauline de Grandpré, Revue encyclopédique, 18 Noviembre 1896:.
(3; Mme. Vincent, La femme el la legislation; l électorat des femmes dans !' histoire (Revue féministe, Octubre 1895). En un interesante artículo publicado en /' Association catho- lique del 15 de Agosto de 1877, el abate Defourmy ha de- mostrado con pruebas fehacientes que en el siglo XIV te- nían, puesto en las asambleas políticas, donde deliberaban al lado de los hombres.