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172 CIENCIA Y ACCIÓN

No queremos decir con esto que todas las obre- ras se hallen en este caso; pero sí que es frecuen- tísimo, sobre todo entre las asalariadas de la gran industria, lo mismo en Francia que en el ex- tranjero.

En Inglaterra hace algunos años, el cardenal Manning, en un trabajo publicado por el Daily News, pedía la intervención del legislador para proteger el hogar del obrero (1). ¡Ah! Si el fin de la vida—decía—es multiplicar las varas de paño y de tela de algodón; si la gloria de Ingla- terra estriba en producir estos artículos y sus si- milares en la mayor cantidad y al más bajo pre- cio posible, perfectamente: adelante, entonces, por el camino que seguimos. Pero si, por el con- trario, la vida doméstica de un pueblo es la ver- dadera vida; si la paz y el honor del hogar, si la educación de los hijos, los deberes de esposa y madre, los deberes de marido y de padre pertene- cen á una ley natural tan importante como toda ley económica; si todas estas cosas son tan sagradas, aunque desde otro aspecto, como las relativas á lo que se vende en el mercado, decla- ro que es preciso obrar en consecuencia. Si la no reglamentación del trabajo conduce á la destruc- ción de la vida doméstica y á la negligencia en la educación de los hijos; si transforma á las muje- res y á las niadres en máquinas vivientes, y á los palres y esposos (permítasenos la frase) en bes- tias de carga que se levantan con el Sol y vuel- ven por la noche á su albergue rendidos de fatiga y sin fuerza más que para comer .un pedazo de pan y echarse á dormir sobre un jergón, la: vida familiar no existe ya, y no podemos ni un mo- mento más continuar por este camino, .

(1) Le cardinal Mannig, por el abate Lemire, página 177.