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160 CIENCIA Y ACCIÓN

es preciso evitar que discutan aquello que se les manda.

Aún siguiendo estos preceptos, sucede á veces que un niño se niega á obedecer.

¿Qué hacer en este caso?

La cuestión es difícil. M. Maurice Beauffreton, que fué el encargado de estudiarla en el Círculo de Charonne, la ha resuelto hábilmente con gran claridad. La primera cosa que deben hacer los padres ante ese caso, es dejar al niño tiempo para reflexionar. “A veces después de esta refle- xión el niño se decide á obedecer sin necesidad de que se le repita la orden. Pero en caso con- trario, nada de levantar la voz ni encolerizarse. Sin rogárselo ni suplicárselo, como hacen algu- nas madres, 'sced un llamamiento á su concien- cia y repetir la orden, con tanta firmeza como gravedad en el tono. Muy á menudo esta invo- cación á los sentimientos más puros de nuestra alma, á lo que establece en nosotros la dignidad, hace su efecto en el niño recalcitrante. Si no, no titubeéis en hacerle comprender que el obstinarse en su desobediencia no os hará ceder: por enfa- dado que el niño se encuentre, se doblegará al fin, sirviéndole esto de experiencia para no rein- cidir.,,

Y en apoyo de esta afirmación, M. Beauffreton cita un ejemplo personal: “Una tarde—cuenta— encargué á un muchacho de doce años un traba- jo, cuya copia deseaba hacer en su casa á fin de poder jugar á la salida con sus compañeros. Una vez hecho, y sólo á falta de copia, mi discípulo rehusó hacerla: para hacerme ver su resolución, dejó la pluma, y apoyando la cabeza sobre la mano, me volvió la espalda. Insistí en mi propó- sito; pero en vano. Entonces pedí que me lleva- sen el almuerzo á la sala misma donde trabajá- bamos. Durante veinte minutos persistió el galo-