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158 CIENCIA Y ACCIÓN

niño (1). ¡Cuántos padres y madres son culpables de la carencia de educación de sus hijos por ha- berla comenzado demasiado tarde! Desde que el niño está en la cuna hay que preocuparse de que adquiera buenos hábitos, ó mejor aún, de que no los adquiera malos.

Así, hay muchas madres que ante el llanto de sus bebés, aunque no sea provocado por sutfri- miento álguno, sino por puro capricho, ceden y se ablandan por evitarse la molestia de oir- les gritar. Esa capitulación llevará consigo mu- chas otras. Algunos padres, en vez de afron- tar de lleno la dificultad, procuran eludirla. En cuanto sienten los primeros gemidos de su hijo intentan distraerle con algún objeto cualquiera para hacerle ylvidar sus deseos: “¡Mira, monín; mira el gatito!,. El sistema no siempre da buenos resultados, pues muchas veces el objeto con el cual se intenta distraerle para que calle provoca un nuevo deseo del pequeñuelo, y otras advier- te la estratagema y no se deja engañar. Pero aun cuando el ardiz tuviera buen éxito, el proble- ma no quedaría por eso resuelto: ya se presenta- rá ocasión en que entre la voluntad de los pa- dres y la del hijo haya alguno que ceda; de modo que sólo se consigue retardar la solución, con lo que se la hace más difícil, pues cada día el mal estará más arraigado.

Lo mejor, por tanto, es atacarlo directamente, pues con decisión pronta é irrevocable el triunfo es seguro. “Cuando no tengáis razón para negar alguna cosa, concededla la primera vez que os la pidan; si os parece conveniente negarla, no volváis jamás sobre vuestro acuerdo, por más qne insista el niño en haceros ceder. Al cabo de un



(1) Boletín de la Unión familiar, de Agosto de 1804.