INICIATÍVAS FEMENINAS 19
en la obra de la educación, en el gobierno de la familia, en las influencias sociales, una parte á la mujer. En la sociedad fundada sobre el placer por el Renacimiento sólo tiene puesto el hombre: todo es hecho para él y usurpado por él. La mu- jer queda reducida á servir de distracción al hom- bre cuando descansa de los negocios, que sólo él dirige. Si se le permite gozar de alguna in- fluencia, no es debido á su superioridad intelec- tual ó moral, sino á su belleza. A las Blancas de Castilla suceden las Dianas de Poitiers. Por eso las primeras tentativas de la mujer para aflojar los lazos en que el cristianismo había sujetado su vida, no han conseguido hacerla más libre en cuanto al deber sino sometiéndola más al hom- bre. Los resultados han justificado la moral in- transigente de la Iglesia. Es cosa probada que hay que quitar desde luego al hombre la esperan- za de someter á la mujer á sus vicios, para que, li- brándose de sus tentaciones, sea capaz de descu- brir y amar en ella al ser de razón y de bondad. Y es igualmente un hecho que en sus victorias ilegítimas no tiene el hombre generosidad ni jus- ticia, y que la mujer recibe por toda recompensa la recompensa ordinaria de los débiles: el des- precio..,
Si el Renacimiento no sirvió la causa femeni- na, tampoco le fué más favorable la Revolución, aunque por otras razones. “Los hombres—hace obsérvar el abate Naudet,—al adquirir la libertad política, aumentaron la distancia que separa á ambos sexos, y tomaron una influencia preponde- rante en el organismo social. En efecto; el nuevo orden de cosas suprimió, por la ley de 8 de Abril de 1791, toda desigualdad entre herederos de am- bos sexos; pero es licito preguntar si esta conce- sión no fué funesta, y si no tuvo bien pronto con- secuencias desastrosas, .