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INICIATIVAS FEMENINAS 129

para sus acogidas. Las jóvenes pobres que deseen la admisión gratuita presentarán al solicitarlo un certificado de pobreza expedido por la autoridad municipal.

No se admiten más que doce discípulas por curso, y deben tener diez y seis años cumplidos, gozar de buena salud y haber observado buena conducta.

Al salir de la escuela se les expide una certifi- cación de aptitud, y se proporciona colocación á las que quieren entrar á servir.

El Comité directivo ejerce una inspección ge- neral, encargándose semanalmente cada una de sus damas de visitar la escuela, enterarse del pro- greso de las discípulas, etc.

Pero aquí surge una pregunta. ¿Cómo pueden vivir estas escuelas privadas con la módica pen- sión que pagan las discípulas, disminuida en al- gunos casos, y suprimida en otros en su totalidad? Porque están subvencionadas por el Estado, el Cantón, ó el Municipio; pero no basta, y para subsistir tienen que buscarse recursos por todas partes. Entre estos recursos suplementarios se cuentan los que les proporcionan las personas que van allí á comer, y aun las que toman un pupi- laje completo, lo cual permite además introdu- cir más variedad en los menús y habituar mejor á las discípulas al servicio.

Pero estas escuelas tienen otra ventaja, si bien ya desde otro punto de vista más general: son una excelente solución del delicado problema del alojamiento para la joven ó para la mujer aislada que cuente con escasos medios de fortuna. El precio de las habitaciones varía entre cincuenta céntimos y un franco por día, y la pensión entera (habitación y comida) vale 65 francos al mes. Bajo este aspecto, las escuelas ménagéres y las escuelas de sirvientes merecen ser citadas entre

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