Página:Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920).pdf/65

Esta página no ha sido corregida
61
Dos madres

BERTA. JAh, si; es cierto que es usted viuda!

RAQUEL. Viuda... Viuda... Siempre lo fuí. Creo que naci viuda... Mi verdadero marido se me murió antes de yo nacer... ¡Pero dejémonos de locuras y desvaríos! ¿Y cómo lleva a Juan?

BERTA.—Los hombres...

RAQUEL. ¡No, el hombre, el hombre! Cuando me dijo que yo le habia salvado a nuestro Juan de las mujeres me encogí de hombros. Y ahora le digo, Berta, que tiene que atender al hombre, a su hombre. Y buscar al hombre en él...

BERTA. De eso trato; pero...

RAQUEL. Pero qué?

BERTA. Que no le encuentro la voluntad....

RAQUELY viene usted a buscarla aqui acaso?

BERTA.— ¡Oh, no, no! Pero....

RAQUEL—Con esos peros no irá usted a ninguna parte...

BERTA. ¿Y adónde he de ir?

RAQUEL.—¿Adónde? ¿Quiere usted que le diga adónde?

Berta, intensamente pálida, vaciló, mientras los ojos de Raquel, acerados, hendían ef silencio. Y al cabo:

BERTA.—Sí. ¿Adónde?

RAQUEL. A Ser madre! Esa es su obligación. ¡Ya que yo no he podido serlo, séalo usted!

Hubo otro silencio opresor, que rompió Berta exclamando: