Página:Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920).pdf/64

Esta página no ha sido corregida
60
Miguel de Unamuno

RAQUEL—Generosidad? ¿Por qué? ¡Ah, sí, ya caigo!

¡Pues, no, no! ¿Cómo iba a ligarle a mi suerte? Porque, en efecto, él quiso casarse conmigo...

BERTA.— Lo suponía...

RAQUEL Pero como estábamos a prueba y la bendición del párroco, aunque nos hubiese casado y dado gracia de casados, no habría hecho que criásemos hijos para el cielo... ¿Por qué se ruboriza así, Berta? ¿No ha venido a que hablemos con el corazón desnudo en la mano...?

BERTA. ¡Sí, sí, Raquel, sí, hábleme así!

RAQUEL.—No podía sacrificarle así a mi egoísmo. [Lo que yo no he logrado, que lo logre él!

BERTA. ¡Oh, gracias, gracias!

RAQUEL.Gracias? ¡Gracias, no! ¡Lo he hecho por él!

BERTA. Pues por haberlo hecho por él... ¡gracias!

RAQUEL.—¡Ah!

BERTA.Le choca?

RAQUEL. No, no me choca; pero ya diendo...

BERTA.—¿A qué? ¿A fingir?

RAQUEL. ¡No; a ser sincera!

irá usted aprenBERTA.—¿Cree que no lo soy?

RAQUEL. Hay fingimientos muy sinceros. Y el matrimonio es una escuela de ellos.

BERTA. Y cómo...?

RAQUEL—¡Fuí casada!