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Dos madres

RAQUEL.—¡Calla, Juan, calla! ¿Si no le tenéis? ¿Si no nos lo da...? Soy capaz de...

DON JUAN. ¡Calla, Raquel, que la ronquera de tu voz me da miedo!

RAQUEL.—¡Sí, y de casarte luego con otra!

DON JUAN. Y si consiste en mi...?

Raquel le echó de sí con gesto brusco, se puso en pie como herida, miró a Juan con una mirada de taladro; pero al punto, pasado el sablazo de hielo de su pecho, abrió los brazos a su hombre gritándole:

RAQUEL. ¡No, ven; ven, Juan, ven! ¡Hijo mio! ¡Hijo mío! ¿Para qué quiero más hijo que tú? ¿No eres mi hijo?

Y tuvo que acostarle, calenturiento y desvanecido.