Esta página no ha sido corregida
37
Dos madres
RAQUEL.—El demonio también es un ángel, michino...
DON JUAN. Pero un ángel caido...
RAQUEL.—Haz, pues, caer a Berta; jhazla caer...!
DON JUAN.—Me matas, Quelina, me matas...
RAQUEL. ¿Y no estoy yo peor que muerta...?
Terminado esto, Raquel tuvo que acostarse. Y cuando más tarde, al ir don Juan a hacerlo junto a ella, a juntar sus labios con los de su dueña y señora, los encontró secos y ardientes como arena de desierto.
Si RAQUEL. Ahora sueña con Berta y no conmigo.
¡0 no, no! ¡Sueña con nuestro hijo!
El pobre don Juan no pudo soñar.