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cabellos como los rayos del sol, el soplo de su aliento tenía el dulzor de las rosas, una nube de incienso elevábase del hogar. Mientras tal abundancia de delicias, tal jubilo sobrehumano descendía como inundación en el alma de Julián, transportado, el que le estrechaba entre sus brazos iba creciendo, creciendo, hasta tocar con su cabeza y con sus pies las dos paredes de la cabaña.

El techo se desvaneció, el firmamento se desplegó, y Julián subió hacia los espacios azules cara a cara con Nuestro Señor Jesucristo, que le llevaba al Cielo.


Y ésta es la historia de San Julián el Hospitalario, poco más o menos, tal como puede verse en un vitral de iglesia de mi país.