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encomendó primero no responderle, ni acercársele, ni aun mirarle, sino que cumpliera, so pena de condenarse, todas sus órdenes, que eran irrevocables.

Los funerales se harían con arreglo a las instrucciones que dejaba por escrito sobre un reclinatorio en la cámara de los muertos. La legaba su palacio, sus vasallos, todos sus bienes, sin retener siquiera los vestidos de su cuerpo, ni sussandalias, que se hallarían en lo alto de la escalera.

87 Ella había obedecido a la voluntad de Dios, dando ocasión a su crimen, y debía rogar por su alma, puesto que de ahora en adelante él no existía ya.

Se enterró a los muertos con magnificencia en la iglesia de un monasterio, a tres jornadas del castillo. Un monje, con la cogulla baja, siguió al cortejo, separado de los demás, sin que nadie osara hablarle.

Permaneció toda la misa de bruces en medio del atrio, los brazos en cruz y la frente en el polvo.

Después del entierro se le vió tomar el camino que conduce a las montañas. Muchas veces se volvió, hasta que acabó por desaparecer.

III

Se fué Julián, mendigando su vida por el mundo.