fatiga súbita, vió que le invadía un tedio, una tristeza inmensa. Durante largo tiempo lloró con la frente entre las dos manos.
Su caballo no parecía; sus perros le habían abandonado; la soledad circundante le amenazaba con peligros misteriosos. Entonces, arrastrado por su pavor, emprendió una carrera loca en medio de los campos, tomó al azar un sendero y salió casi inmediatamente a la puerta del castillo..
Aquella noche no durmió. A la luz oscilante de su lámpara no dejaba de ver al gigantesco ciervo negro. Su profecía le obsesionaba, y luchaba contra ella. "¡No!, ¡no!, ¡no! ¡Yo no puedo matarlos!"; luego soñaba: "¿Y si yo lo quisiera, y si yo lo quisiera, sin embargo?..." Y tenía miedo de que el diablo le inspirase la mala idea.
Durante tres meses, su madre, angustiada, lloró a la cabecera de su lecho, y el padre, sollozando, andaba siempre por los corredores. Mandó venir a los más famosos maestros cirujanos, los cuales recetaron gran cantidad de drogas. Decían ellos que el mal de Julián tenía por causa un viento funesto o un deseo de amor. Pero el joven movía la cabeza a todas las preguntas.
Volvieron las fuerzas, y le paseaban por la plaza el anciano monje y el bondadoso señor, sosteniéndoie de un brazo cada uno.
Cuando estuvo restablecido por completo, se obstinó en no volver a cazar.
Queriendo darle una alegría, su padre le regałó una magnífica espada sarracena.