Página:Tres cuentos - G. Flaubert (1919).pdf/29

Esta página no ha sido corregida
27
 

pronto del Havre. Probablemente, tardaría dos años en volver.

La perspectiva de una ausencia tan larga desconsoló a Felicidad; y para despedirle otra vez, el miércoles por la noche, después de comer la senora, se calzó sus chanclos y se tragó las cuatro leguas que hay desde Pont—l'Evêque a Honfleur.

Cuando llegó delante del Calvario, en vez de tomar a la derecha, tomó a la izquierda; se perdió en los astilleros, volvió sobre sus pasos y las gentes a quienes preguntaba la excitaban a ir más de prisa. Dió la vuelta a la dársena, llena de navíos; tropezó en las amarras; luego bajaba el terreno, se entrecruzaban luces y creyó que se había vuelto loca viendo volar unos caballos por el aire.

Otros relinchaban al borde del muelle, espantados del mar. La polea que se los llevaba iba metiéndolos en un barco donde se agolpaban los viajeros entre barricas de sidra, cestos de queso, sacos de trigo; cacarcaban las gallinas, el capitán juraba y un grumete permanecía de codos sobre la serviola, indiferente a todo aquello. Felicidad, que no le había reconocido, gritaba: "¡Víctor!" Levantó él la cabeza, y cuando ella se abalanzaba, retiraron la escala de pronto.

El paquebote, halado por mujeres que cantaban, salió del puerto. Crujían sus cuadernas cuando las olas plomizas azotaban su proa. Vuelta la vela, ya no se vió a nadie, y sobre el mar plateado por la luna formó una mancha negra que iba palideciendo, hundiéndose... Desapareció.

De jare o