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apearon todos casi junto al estiércol en el mismo umbral de la puerta.

Prodigó la tía Liebard, al ver a su ama, las manifestaciones de alegría, y les sirvió un almuerzo en el que hubo un solomillo, callos, morcilla, un buen cochifrito de pollo, sidra espumosa, una tarta de compotas y ciruelas en aguardiente, acompañándolo todo de cumplimientos a la señora, que le parecía en muy buena salud; a la señorita, que se había puesto "magnifica"; al señorito Pablo, tan recio, sin olvidar a los difuntos abuelos que los Liebard habían conocido, ya que estaban al servicio de la familia desde hacía varias generaciones. La granja tenía, como ellos, un aspecto deantigüedad. Las vigas del techo estaban carcomidas; ahumadas, las paredes; las vidrieras, grises de polvo. Un aparador de encina sostenía toda clase de utensilios: jarras, platos, escudillas de estaño, cepos de lobo, esquiladoras para los borregos, una jeringa enorme que hacía reir a los niños... No había un árbol de tres horcas que no tuviera setas al pie, y en sus ramas una maraña de muérdago. El viento había derribado muchos, que volvían a brotar por el medio, y todos se encorvaban al peso de tantas manzanas. Los techos de paja, semejantes a terciopelo moreno y desiguales de espesor, resistían a las más fuertes borrascas. Sin embargo, la carretería iba cayéndose a pedazos.

La señora Aubain dijo que ella avisarfa, y encargó arneses nuevos para las bestias.

Caminaron todavía media hora antes de llegar De size of