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Al llegar la hora corrió hacia su enamorado.

En vez de hallarle a él, encontró a un amigo suyo.

Este le dijo que ya no volvería a verle. Para librarse del servicio, Teodoro se había casado con una vieja muy rica, la señora Lehoussais, de Toucques.

Fué ésta una pena desatada. Se arrojó en tierra, gritó, llamó a Dios, lloró y gimió, completamente sola en el campo, hasta la salida del sol.

Luego volvió a la granja, declaró su propósito de marcharse y al cabo de un mes, recibida ya su cuenta, guardó todos sus pobres avíos en un pafuelo, y se dirigió a Pont—l'Evêque.

Delante de la posada preguntó a una señora con capota de viuda, y que precisamente buscaba cocinera. La muchacha no sabía gran cosa; pero parecía tener tan buena voluntad y tan pocas exigencias, que la señora Aubain acabó por decirla:

—¡Muy bien, la acepto a usted!

Un cuarto de hora después, Felicidad estaba instalada en su casa.

Al princípio vivió allí en una especie de temblor, causado por "el tono de la casa" y el recuerdo del "señor" flotando sobre todo. Pablo y Virginia, de siete años el uno y la otra de cuatro escasos, le parecían formados de una materia preciosa; los llevaba a cuestas como un caballo, y a cada instante la señora Aubain la prohibía besarlos, lo cual la mortificaba. Sin embargo, era Cgitized