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Mientras tanto, Aulio estaba inclinado al borde del triclinio, la frente sudorosa, el rostro verde, los puños sobre el estómago.

Los saduceos fingieron una gran emoción—al día siguiente les era concedida la sacrificatura—; Antipas aparentó gran desesperación. Vitelio permaneció impasible. Sin embargo, sus angustias eran reales y violentas, porque con su hijo perdía su fortunas Aulio acabó por vomitar, y no había concluído aún cuando ya pedía de comer otra vez.

—Que me den raspaduras de mármol, esquistos de Naxos, agua del mar, sea lo que sea! ¿Y si tomase un baño?

Masticó nieve, y luego, dudoso entre una terrina de Commagenes y unos mirlos en agua de rosas, se decidió por unas berenjenas meladas. El asiático le contemplaba, considerando que esta facultad de engullir denotaba un ser prodigioso y de raza superior.

Sirvieron luego riñones de toro, lirones, ruisefiores, picadillo en hojas de pámpano, mientras los sacerdotes discutían sobre la resurrección. Ammonio, discípulo de Filón, el platónico, los juzgaba estúpidos, y así se lo decía a unos griegos que se reían de los oráculos. Marcelo y Jacob se habían unido. El primero narraba al segundo la alegría que sintió cuando el bautismo de Mithra, y Jacob le animaba a seguir al Maestro, a Jesús.

Los vinos de Palma y de Tamarindo, los de Safet y de Biblos, corrían de las ánforas a las cráteDe lece o