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"El Señor arrancará los pendientes de tus orejas, tus vestidos de púrpura, tus velos de lino, los anillos de tus brazos, las ajorcas de tus pies y las mediaslunas de oro que tiemblan en tu frente, los espejos de plata, tus abanicos de plumón de avestruz, los chapines de nácar que elevan tu estatura, el orgullo de tus diamantes, las esencias de tus cabellos, la pintura de tus uñas, todos los artificios de tu molicie, y faltarán guijarros para lapidar a la adúltera." Buscó ella a su alrededor alguna defensa. Los fariseos bajaban hipócritamente los ojos. Los saduceos miraban a otro lado, temiendo ofender al Procónsul. Antipas parecía morir.

La voz aumentaba, se desenvolvía, rodaba con desgarramientos de trueno, y, repitiéndola el eco de la montaña, caía sobre Machærus en múltiples estallidos.

123 —¡Echate en el polvo, hija de Babilonia! ¡Manda moler la harina! ¡Desata tu cinturón y tu calzado, remángate y pasa los ríos! Tu vergüenza será descubierta, tu oprobio será visto, tus sollozos te romperán los dientes. El Eterno execra el hedor de tus crímenes. ¡Maldita, maldita! Revienta como una perra!

La trampa se cerró, y al mismo tiempo se abatió la cubierta, Mannaei quería estrangular a laokanann.

Herodías desapareció. Los fariseos estaban escandalizados, y Antipas, en medio de ellos, se disculpaba.

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