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telio? Sólo los romanos podían ocasionar tal exterminio. Qyéronse lamentos: "¡Basta!, ¡basta!,

I

que acabe!" Iaokanann continuó más alto:

Los niños se arrastrarán por la ceniza junto al cadáver de sus madres! Iréis de noche a buscar el pan a través de los escombros, y el puñal os acechará. Los chacales se disputarán los huesos en las plazas públicas, donde ahora charlan los viejos por las noches. Tus vírgenes, sorbiéndose sus lágrimas, tocarán la cítara en los festines del extranjero, y tus hijos, más valientes, bajarán el espinazo, desollados por fardos demasiado fuertes.

Volvía el pueblo los ojos a los días de su destierro y a todas las catástrofes de su historia.

Así eran las palabras de los antiguos profetas, y Iaokanann las enviaba, como terribles golpes, una tras otra.

Pero luego, la voz fué haciéndose suave, armoniosa, cantarina. Anunciaba una liberación, el cielo lleno de esplendores, el recién nacido entrando en la caverna del dragón, oro en lugar de arcilla, y el desierto desvaneciéndose como una rosa. "Lo que ahora vale sesenta kicares, no costará ni un óbolo. Fuentes de leche brotarán en las rocas; se dormirá en los lagares con el vientre lleno. ¿ Cuándo llegarás tú, a quien yo espero? ¡Desde ahora, todos los pueblos se arrodillan, y tu dominación será eterna, Hijo de David!" El Tetrarca se echó hacia atrás, porque la exisDe leve oy