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plebeyo, el odio de Jacob contra Edom, le reprochó su indiferencia ante los ultrajes; su debilidad ante los fariseos que le traicionaban; su cobardía para con el pueblo que la detestaba. "¡Tu eres como él, confiésalo! ¡Y te acuerdas de aquella muchacha árabe que danza alrededor de las piedras! ¡Tómala otra vez! ¡Vete a vivir con ella en su casa de tela! ¡Devora su pan cocido entre cenizas! Traga la leche cuajada de sus ovejas!

¡Besa sus mejillas moradas! ¡Y no te acuerdes de mi!" El Tetrarca no escuchaba ya. Miraba la azotea de su casa, donde estaba una joven, y a su lado una mujer vieja, sosteniéndola el quitasol de mango de bambú, largo como la caña de un pescador.

En el centro del tapiz aparecía, abierto, un gran cesto de viaje. Cinturones, velos, arracadas de orfebrería, desbordaban de él, en revuelto montón.

De vez en cuando la joven se inclinaba hacia aquellas cosas, y las sacudía al viento. Iba vestida como las romanas, con túnica rizada y peplo adornado de bellotas de esmeralda; unas correas azules sujetaban su cabellera, demasiado pesada, sin duda, porque a menudo se llevaba la mano para sostenerla. La sombra del quitasol se paseaba sobre ella, ocultándola a medias. Antipas divisó dos o tres veces su cuerpo delicado, el ángulo de sus ojos, el rinconcito de una boca pequefia, pero veía de las caderas a la nuca todo su talle que se inclinaba, para levantarse después, de una manera elástica. Aguardando a verla otra De dere o w