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banse sus cabellos blancos con la barba, y un rayo de sol que atravesaba la vela bañaba en luz su frente melancólica. También la de Herodías mostraba ya algunas arrugas; y uno frente a otro se contemplaban de una manera despiadada.

Comenzaban a poblarse los caminos de la montaña. Pastores que aguijaban a sus bueyes, niños llevando del ramal a sus asnos, palafreneros conduciendo caballos. Los que bajaban las alturas, al otro lado de Machærus, desaparecían detrás del castillo; otros subían la torrentera, y al llegar a la ciudad depositaban su carga en los patios. Eran los proveedores del Tetrarca y la servidumbre que precedía a sus invitados.

Pero en el fondo de la terraza, a la izquierda, apareció un esenio, vestido de blanco, descalzo, de aspecto estoico. Mannaei se abalanzó del lado derecho, levantando su cuchillo. Herodías gritó:

"¡Mátale!" — Detente!—dijo el Tetrarca.

Y permaneció inmóvil. El otro también.

Después se retiraron cada uno por una escalera distinta, andando de espaldas, sin dejar de mirarse.

—Le conozco—dijo Herodías—, se llama Phanuel y trata de ver a laokanann, ya que tú tienes la ceguera de encerrarle vivo.

Antipas objetó que algún día quizá pudiera servirle. Sus ataques contra Jerusalén les atraían a ellos el resto de los judíos.

—No—repuso Herodías. Los judíos aceptan Digitzed by