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de un mono, y su rostro la impasibilidad de una momia.

—¿Dónde está aquél?—preguntó el Tetrarca.

Mannaei respondió indicando con su pulgar un objeto detrás de ellos.

—¡Allí! ¡Siempre allí!

—Me había parecido oirle.

Y cuando Antipas hubo respirado hondamente, se informó de Iaokanann, el mismo que los latinos llaman San Juan Bautista. Se había vuelto a ver a aquellos dos hombres admitidos por indulgencia en su calabozo el mes pasado, y se había averiguado desde entonces a qué vinieron?

Mannaei replicó:

—Han cruzado con él palabras misteriosas, como hacen los ladrones por la noche en las encrucijadas de los caminos. En seguida salieron para la Galilea alta, anunciando que llevaban una buena nueva.

Antipas bajó la cabeza; luego, con expresión de espanto:

—Guárdale, guardale—dijo—, y no dejes entrar a nadie! ¡Cierra bien la puerta! Cubre el foso! ¡Ni siquiera deben sospechar que vive!

Sin haber recibido esas órdenes, Mannaei las cumplía, porque laokanann era judío, y él execraba a los judíos como todos los samaritanos.

Su templo de Garizín, elegido por Moisés para ser el centro de Israel, no existía ya desde el rey Hyrcan; y el de Jerusalén los encendía de furor, como un ultraje y una injusticia permanenDi by