do, sin la ayuda de ningún amigo, y yo, estúpido é inerte, he descuidado velar sobre ti. ¿Dónde está tendido el indo—mable Ayax, de nombre desdichado?
SOFOCLES
No permitiré que se le mire, sino que le cubriré enteramente con esta vestidura. Nadie, en efecto, siendo su amigo, soportaría la vista de la sangre negra que corre de su nariz y de la herida que se ha hecho él mismo. ¡Ay de mí! ¿qué haré? ¿Cuál de tus amigos te llevará? ¿Dónde está Teucro?
¡Qué á tiempo vendría si viniese ahora, para honrar á su hermano muerto! ¡Oh desgraciado Ayax, qué hombre has sido, y qué hombre lamentable te veo, en estado para arrancar lágrimas hasta á tus enemigos!
¡Ay de mí!
¡He aquí, pues, ¡oh desdichado! el fin que, en tu obstinación, habías de dar, por un destino terrible, á tus miserias incesantes! ¡Por eso, noche y día, proferías los gemidos de tu corazón indómito, esparciendo palabras lamentables y terribles contra los Atreidas! Ciertamente, fué el origen de grandes males el día en que las armas de Aquileo fueron propuestas para premio del valor.
¡Ay de mí!
Sé que un amargo dolor penetra hasta las entrañas.
No es extraño, mujer, que gimas de nuevo, cuando una desgracia reciente te priva de un amigo semejante.