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Sófocles

¡Ay de mí! ¡Cuán desesperada estoy! ¡Te conjuro por los Dioses, por tu hijo, no nos abandones!

Me importunas demasiado. ¿No sabes que estoy dispensado de todo deber para con los Dioses?

¡Pronuncia palabras de buen augurio!

Habla á quien te oiga.


¿No te persuadirás, pues?

Hablas desmedidamente.

Estoy espantada, en efecto, ¡oh Rey!

¿No la encerraréis prontamente?

¡Por los Dioses, apacíguate!

Eres insensata si piensas en reformar ahora mi carácter.