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Sófocles

contra el promontorio, donde frecuentemente mi cabeza, en el hueco del antro, fué mojada por los soplos del Noto, y tú, montaña de Hermeo, que me devolviste tantas veces el eco de mis gemidos! Ahora, joh fuentes, oh licor licio! os abandono, sin haber tenido jamás esperanza de ello. ¡Yo te saludo, oh tierra de Lemnos rodeada por las olas! Envíame, sano y salvo, por una feliz navegación, allí donde me conducen la gran Moira y la voluntad de mis amigos y el Dios que todo lo domina y que ha querido esto.

Partamos, pues, todos juntos, después de haber suplicado á las Ninfas del mar, para que nos aseguren el regreso.