y la experiencia de Odiseo, vienen en busca de éste, habiendo jurado que le persuadirían ó le llevarían consigo por la fuerza. Todos los aqueos han oído á Odiseo declararlo en alta voz, porque estaba más seguro que el otro de llevar a cabo esto.
¿Por qué causa, después de largos años, los Atreidas se preocupaban tanto de Filoctetes á quien expulsaron hace tanto tiempo? ¿Se veían impulsados á ello por un remordimiento, ó por la fuerza y la venganza de los Dioses que castigan las acciones criminales?
Te daré noticia de todo eso, porque, sin duda, no lo sabes. Había un adivino de buen linaje, hijo de Príamo, que se llamaba Heleno. El sutil Odiseo, cuyos oídos están acostumbrados á oir toda especie de ultrajes y de injurias, habiendo salido solo durante la noche, cogió á Heleno, y llevándole, atado, en medio de los aqueos, les mostró aquella hermosa presa. Este, entre otras profecías, les predijo que no destruirían jamás la ciudadela de Troya, á menos de llevar á Filoctetes, por la persuasión, fuera de esta isla que ahora habita. Apenas hubo oído al adivino el hijo de Laertes, cuando resolvió al momento volver á llevar á Filoctetes entre los aqueos. Pensaba apoderarse de él por su propio consentimiento, ó, al menos, por la fuerza; y daba su cabeza á cortar si no lo hacía. Ya lo sabes todo, hijo. Parte á toda prisa, tú y éste por quien te interesas.
¡Ay! ¡Desgraciado de mí! Ese hombre, esa peste, ha jurado que me llevará por la persuasión entre los aqueos. Me persuadirá tanto como, una vez muerto, á volver del Hades á la luz, cual hizo su padre.
No sé nada de eso, pero me voy á mi nave. ¡Que un dios sea en vuestra ayuda!