Pero, te suplico, ¿dónde estaba entonces Patroclo, que era tan querido de tu padre?
También él había muerto. Te explicaré esto en pocas palabras: la guerra no mata con gusto ningún hombre malvado, sino que mata siempre los mejores.
Lo atestiguo juntamente contigo. Así, pues, te preguntaré por ese hombre despreciable, pronto de lengua y astuto. ¿Qué hace ahora?
¿Por quién me preguntas, si no es por Odiseo?
No hablo de él. Pero había un tal Tersites que rehusaba no repetir lo que no agradaba á nadie. ¿Sabes si vive todavía?
No le he visto. He oído decir que vivía.
Ciertamente, así tenía que ser. Ningún malvado muere, en efecto. Los Genios les rodean de cuidados. Los que son astutos y acostumbrados á hacer mal, les llaman de buen grado del Hades; los que son justos é irreprochables, suelen enviarles á él. ¿Qué pensar de estas cosas? ¿Por quién serán alabadas? ¡Quisiera alabar las acciones de los Dioses, y encuentro á los Dioses mismos inicuos!
En cuanto á mí, en verdad, ¡oh hijo de un padre etaense!
en adelante miraré de lejos á Ilión y á los Atreidas, y me guardaré de ellos. Puesto que, allí donde están, el peor