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Filoctetes

¿Qué dices? ¿Ha muerto, pues?

Sabe que no disfruta ya de la luz.

¡Desgraciado de mí! ¡Y el hijo de Tideo y esa raza de Sísifo comprada por Laertes, no hay que temer que hayan muerto! Ellos eran quienes no debían vivir.

Ciertamente, no han muerto, sábelo. Florecen ahora en el ejército de los argivos.

¿Y aquel anciano que era valiente, amigo mío, Néstor el de Pilos, vive? Solía refrenar los malvados designios de aquéllos con sus prudentes consejos.

Ahora es muy desgraciado desde la muerte de su hijo Antíloco, que estaba con él.

¡Ay! Tristes cosas me dices de los dos hombres cuya muerte hubiera menos querido saber. ¡Ay! ¡ay! ¿qué se debe esperar, cuando éstos perecen y cuando Odiseo sobrevive y no está donde era menester que estuviese, en lugar de los que han muerto?

Ese es un luchador astuto; pero ¡oh Filoctetes! los propósitos de la astucia se ven con frecuencia burlados.