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Sófocles

¡Desdichada de mí! Egisto, ¿dónde estás?

Alguien grita de nuevo.

¡Oh hijo! ¡ten piedad de tu madre!

Pero tú no tuviste piedad de él en otro tiempo, ni del padre que le engendró.

¡Oh ciudad! ¡Oh raza miserable, tu destino es perecer, perecer á la luz de este día!

¡Desdichada de mí! ¡estoy herida!

Hiérela de nuevo, si puedes.

¡Ay de mí! ¡otra vez!

¡Pluguiera á los Dioses que Egisto lo fuese al mismo tiempo que tú!

Las imprecaciones se han cumplido: viven aquellos á quienes la tierra recubre. Los que han sido muertos vierten al fin á su vez la sangre de sus matadores. Pero heles aquí, todos cubiertos de sangre de la víctima sacrificada á Ares, y no tengo nada que decir.