Lo mejor es callar, no sea que alguien oiga en la morada.
Pero, por la virgen Artemis que me protege, no hay nada que temer de ese inútil rebaño de mujeres que están en la morada.
Piensa, sin embargo, que el espíritu de Ares está también en las mujeres, como tú misma lo experimentaste en otro tiempo.
¡Ay de mí! ¡ay! Me evocas el claro recuerdo de la desgracia que nos hirió, y que no puede ser ni olvidada ni aniquilada.
Lo sé también, pero no es necesario recordar eso sino en el momento preciso.
¡Ah! Todo momento, todo momento es bueno para decla—rar legítimamente estas cosas, porque he aquí que puedo al cabo hablar con libertad.
Pienso como tú. Así, pues, conserva esa libertad.
¿De qué modo?
No hablando largamente cuando ello es inoportuno.