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Sófocles

¡Querídisima! Lo atestiguo.

¡Oh voz, ya te oigo!

No me busques, pues, ya.

¡Ya te tengo en mis brazos!

Y me tendrás siempre.

¡Oh queridísimas mujeres, ob ciudadanas, ved á este Orestes que palabras astutas decían muerto y que la misma astucia nos vuelve sano y salvo!

Ya le vemos, ¡oh hija! y, por causa de la alegría de un tan feliz suceso, las lágrimas brotan de nuestros ojos.

Estrofa

¡Oh retoño, retoño de un padre queridísimo, al fin has venido, has vuelto á hallar, te has acercado, has visto á los que deseabas grandemente!

Henos aquí. Pero aguarda en silencio.

¿Qué es ello, pues?