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Sófocles

Deja, pues, esa urna, para que lo sepas todo.

¡Te suplico por los Dioses, extranjero, no me la quites!

Obecece á mis palabras, y no te verás defraudada.

¡Por tu barba, no me arrebates esta urna queridísima!

No te es lícito conservarla.

¡Oh! ¡Desdichada, si se me priva de tus cenizas, Orestes!

Habla mejor. No te lamentas justamente.

¿No me lamento justamente por mi hermano muerto?

No conviene que hables así.

¿Debo, pues, ser despreciada por él?

Por nadie; pero esa urna que tienes no te afecta en nada.