tos, combatida por un duelo sin fin, y, como el plañidero ruiseñor, sin tener ningún cuidado por su vida, está pronta á morir con tal que triunfe de esas dos Erinias. ¿Hay una hija tan bien nacida?
Nadie, siendo bien nacido, se resignará á deshonrar su sangre, ni á dejar que la gloria de su nombre perezca. Y por eso, hija, ¡oh hija! has querido mejor el destino común á todos, para merecer la doble alabanza de ser discreta y de ser una hija irreprochable.
¡Plegue á los Dioses que vivas tan superior á tus enemigos por el poder y las riquezas como estás ahora agobiada por ellos! Porque te veo menos abrumada por el destino que excelsa por el respeto que tienes á las leyes sacratísimas que florecen entre los hombres y por la piedad hacia Zeus.
¡Oh mujeres! ¿estamos bien informados? ¿Hemos llegado adonde queríamos ir?
¿Qué buscas, y con qué intención has venido?
Busco hace mucho tiempo dónde habita Egisto.
Has venido completamente en derechura. El que te mostró el camino no te ha engañado.
¿Quién de vosotras anunciará en la morada nuestra deseada presencia, á nosotros que hemos venido juntos?