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Electra

muerte miserable; antes bien, satisface á mi corazón el ave gemebunda y temerosa, mensajera de Zeus, que llora siempre: ¡Itis! ¡Itis! ¡Oh Nioba! ¡oh la más desdichada entre todas! Yo te reverencio, en efecto, como á una diosa, tú que lloras, ¡ay! en tu tumba de piedra.

Estrofa II

Sin embargo, hija, esta calamidad no ha alcanzado mas que á ti entre los mortales, y no la sufres con alma ecuánime como los que son tuyos por la sangre y por el origen, Crisótemis, Ifianasa y Orestes, hijo de noble raza, cuya juventud está sepultada en los dolores, y que volverá, dichoso, algún día, á la tierra de la ilustre Micenas, bajo la conducta favorable de Zeus.

¡Yo le espero sin cesar, desventurada, no casada y sin hijos! Y ando siempre errante, anegada en lágrimas y sufriendo las penas sin fin de mis males. Y él no se acuerda ni de mis beneficios, ni de las cosas ciertas de que le he advertido. ¿Qué mensajero me ha enviado, en efecto, que no me haya engañado? ¡Desea siempre volver, y deseándolo, no vuelve jamás!

Antistrofa II

Tranquilízate, tranquilízate, hija. Todavía está en el Urano el gran Zeus que ve y dirige todas las cosas. Remítele tu venganza amarga y no te irrites demasiado contra tus enemigos, ni les olvides mientras tanto. El tiempo es un dios complaciente, porque el Agamenónida que habita ahora en Crisa abundante en pastos no tardará siempre, ni el Dios que impera cerca del Aquerón.

Pero he aquí que una gran parte de mi vida se ha pasado en vanas esperanzas, y no puedo resistir más, y me consu-