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Sófocles

semblante dulce y benévolo cuando vuelva sin ti! ¿Por qué no, él que no sonreía siquiera, alegre con una noticia feliz?

¿Qué no dirá, qué perdonará reprochándome, á mí, hijo ilegítimo de una madre cautiva, de haberte traicionado por temor y por cobardía, ¡oh queridísimo Ayax! para poseer por tu muerte tu morada y tus riquezas? Ese hombre lleno de cólera dirá esto, triste por la vejez é irritable como es por la causa más ligera. Al fin, seré arrojado de mi patria, tratado como un esclavo, no como un hombre libre. Estas cosasme están reservadas en mi morada; y, delante de Troya, mis enemigos son numerosos, y pocos otros me sostienen, y todas estas calamidades me han venido de tu muerte. ¡Ay de mí! ¿qué haré? ¿Cómo arrancar de ti esta espada aguda y mortífera por medio de la cual has entregado el alma, desgraciado? ¿Habías previsto que Héctor, muerto como está, te perdería un día? ¡Ved, por los Dioses, el destino de estos dos hombres! Héctor, atado al carro rápido con la misma correa que le había dado Ayax, ha sido destrozado hasta que ha entregado el alma; y Ayax, arrojándose sobre esta espada, presente de Héctor, ha perecido de una herida mortal! ¿No ha forjado Erinia esta espada, y el horrible obrero Ades ese escudo? Por eso diré que los Dioses han urdido esto como todo lo demás contra los hombres. ¿Si este pensamiento parece menos cierto á algún otro, que crea lo que prefiera, y yo lo mismo.

No digas más, sino piensa. más bien en sepultar á este hombre y en la respuesta que debes dar bien pronto. En efecto, veo un enemigo. Viene quizá, malvado como es,para reirse de nuestros males.

¿Qué hombre guerrero es ese que distingues?

Menelao, por quien emprendimos esta navegación...

Ya le veo: estando cerca es fácil de reconocer.