¡Oh calamidad amarga!
Está solo en la tienda.
¡Demasiado amarga, en verdad, Teucro!
¡Ay de mí! ¡Desventurado! ¿Qué se ha hecho su hijo? ¿En qué lugar de la tierra troyana está?
Tráele prontamente aquí, no sea que uno de los enemigos le arrebate como al cachorro de la leona viuda. ¡Ve!
¡date prisa, corre! porque se suele insultar á los muertos.
En verdad, cuando él vivía, te recomendaba tener cuidado de su hijo, como lo haces.
¡Oh el más amargo de todos los espectáculos que haya visto con mis ojos! ¡Oh el más triste de los caminos que haya hecho jamás, cuando he venido aquí, oh queridísimo Ayax, á la primera noticia de tu fatal desgracia, siguiéndote y buscando tus huellas! En efecto, la rápida fama, tal como la voz misma de un dios, había extendido entre los aqueos el rumor de que habías perecido. Y yo, desdichado, cuando lo supe lejos de aquí, me lamenté; ¡y, ahora que te veo, muero!
¡Ay de mí! ¡Vamos! Descúbrele, para que vea toda mi desventura, y cuán grande es. ¡Oh cosa terrible de mirar! ¡Oh sobrado cruel audacia! ¡Qué amargos cuidados me reserva tu muerte! ¿Dónde, en efecto, y hacia qué hombres podré ir, yo que no he venido á darte ayuda en tus dolores? ¡Ciertamente, Telamón, que es tu padre y el mío, me recibirá con TOMO II