¿Por un asesinato ó por enfermedad?
Un solo momento basta para sumir en la muerte á los cuerpos envejecidos.
¿Ha muerto, pues, de enfermedad el desgraciado?
Ciertamente, y después de haber vivido largo tiempo.
¡Ah! ¡ah! Mujer, ¿por qué inquietarse todavía con los altares fatídicos de Pito, ó con las aves que chillan en el aire, y según los cuales yo había de matar á mi padre? ¡Ved, pues, que está muerto y encerrado bajo tierra, y yo, que estoy aquí, no le he herido con la espada! Como no sea que haya muerto de echarme de menos, porque, en ese caso, aún se podría decir que yo le he matado. ¡Polibo, pues, se ha sumido en el Hades, llevándose consigo todos esos vanos oráculos!
¿No te he dicho eso hace mucho tiempo?
Lo has dicho, sin duda, pero yo estaba turbado por el temor.
No dejes entrar en tu espíritu nada de todo eso.
¿Debo también no temer más al lecho nupcial de mi madre?
¿Qué puede temer el hombre, cuando el destino conduce todas las cosas humanas y toda previsión es incierta? Lo mejor es vivir al azar, si se puede. No temas que te unas á