go en modo alguno los deseos que me atribuyes y jamás trataría de satisfacerlos con ayuda de otro. He aquí la prueba de ello. Ve á preguntar á Pito si he referido fielmente el oráculo. Entonces, si me convences de haberme concertado con el adivino, mátame, no por un solo sufragio, sino por dos, el mío y el tuyo, Pero no me acuses sin prueba, porque no es justo decidir temerariamente que los buenos son malos y que los malos son buenos. Quien rechaza á un amigo fiel obra peor, te digo, que el que rechaza su propia vida, que es el bien que más se ama. Con el tiempo te convencerás de todo esto, porque sólo el tiempo muestra cuál es el hombre irreprochable, mientras que en un solo día reconocerás á un perverso.
Confesarás que ha hablado bien, ¡oh Rey! si tienes miedo de engañarte, porque los que juzgan con precipitación no están seguros de nada.
Aquí donde alguien está pronto á tenderme lazos, importa que yo esté pronto á decidirme. Si permanezco tranquilo, llevará á cabo sus designios, y los míos serán vanos.
¿Qué quieres, pues? ¿Arrojarme de la ciudad?
No. Quiero que mueras, no que seas desterrado.
Sea, pero después que hayas probado en qué te tengo envidia.
¿Resistirás, desobedeciéndome?
Veo que eres un insensato.
Soy prudente en lo que me concierne. TOMO I