Página:Tragedias de Sófocles - Leconte de Lisle (Tomo I).djvu/61

Esta página no ha sido corregida
57
Edipo, rey

¿Piensas hablar siempre impunemente?

Sí, por cierto. Si hay alguna fuerza en la verdad.

La hay, sin duda, pero no por ti. ¡No la hay ninguna por ti, ciego de las orejas, del espíritu y de los ojos!

¡Qué desgraciado eres! ¡Me ultrajas con las mismas palabras con que cada uno de éstos te ultrajará bien pronto!

Perdido en una noche eterna, no puedes herir ni á mí ni á ninguno de los que ven la luz.

Tu destino no es sucumbir por mí. Apolo bastará para ello. A él es á quien incumbe ese cuidado.

¿Esto ha sido inventado por ti ó por Creón?

Creón no es causa de tu mal. Tú solo eres tu propio enemigo.

¡Oh riqueza, oh poderío, oh gloria de una vida ilustre por la ciencia y por tantos trabajos, cuánta envidia excitáis, puesto que, por ese mismo poderío que la ciudad ha puesto en mis manos sin que yo lo haya demandado, Creón, ese amigo fiel desde el principio, urde secretamente ardides contra mí y se esfuerza para derribarme, habiendo seducido á este embustero, á este artesano de fraudes, á este impostor que no ve mas que el lucro, y no es ciego sino en su ciencia! Vamos, dime, ¿dónde te has mostrado un seguro adivinador? ¿Por qué, cuando estaba allí la Perra de palabras oscuras, no encontraste algún medio de salvar á los ciudadanos? ¿Tocaba al primer hombre venido explicar el enigma, más bien que á los adivinadores? Nada hiciste ni