Página:Tragedias de Sófocles - Leconte de Lisle (Tomo I).djvu/51

Esta página no ha sido corregida
47
Edipo, rey

¡Oh lamentables jóvenes! Sé, no ignoro lo que venís á implorar. Sé de qué mal sufrís todos. Pero cualesquiera que sean los dolores que os afligen, no igualan á los míos; porque cada uno de vosotros sufre por sí, sin sentir el mal de otro; y yo gimo á la vez por la ciudad, por vosotros y por mí. Ciertamente, no me habéis despertado cuando dormía, sino, antes bien, sabed que he llorado mucho y se han agitado en mi espíritu no pocas inquietudes y pensamientos; de tal suerte, que el único remedio encontrado con la reflexión lo he intentado. Por eso es por lo que he enviado á Pito, á las moradas de Febo, al hijo de Meneceo, Creón, mi cuñado, para que averigüe por qué acción ó por qué palabra puedo salvar á esta ciudad. Ya, contando los días transcurridos desde su partida, estoy inquieto por lo que haga, pues hace mucho tiempo que está ausente, y excede de lo que es verosímil. ¡Cuando esté de vuelta, que sea yo tenido por un hombre malvado si no hago lo que haya prescrito el dios!

Hablas con oportunidad, ciertamente; porque éstos me anuncian que Creón ha llegado.

¡Oh rey Apolo! ¡Ojalá venga con un oráculo tan propicio como alegre está su semblante!

A lo que se puede presumir, está contento; si no, no vendría con la cabeza ceñida por una rama de laurel cargada de fruto.

Pronto lo sabremos, porque está bastante cerca para dejarse oir. ¡Oh Rey, mi pariente, hijo de Meneceo! ¿qué respuesta nos traes del dios?

Una excelente; pues por difíciles de hacer que sean las cosas, digo que son buenas, si conducen á un término feliz.