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Las traquinenses

Lo haré, pues, y no me niego más, pero pongo por testigos á los Dioses de que ello es obra tuya. ¡No puedo ser culpable obedeciéndote, oh padre!

Terminas bien. Añade la prontitud al beneficio, ¡oh hijo mío! y llévame á la hoguera antes de que la convulsión de mi mal vuelva á apoderarse de mí. ¡Apresuraos! ¡Llevadme! ¡El fin de mis males será mi propio fin!

Todo va á cumplirse sin tardanza, puesto que tú lo mandas y nos obligas á ello, padre.

Vamos, ¡oh alma ruda! ¡Antes de que sufra de nuevo, sofoca mis gritos con un freno de acero en esta prueba que tú aceptas con alegría, bien que á pesar mío!

¡Alzad, compañeros! Perdonadme esta acción y no acuséis sino á la iniquidad de los Dioses que hacen esto y miran sin piedad los terribles dolores de aquellos que han engendrado, y de los que se dicen padres. Nadie prevé las cosas futuras; y las cosas presentes, amargas para nosotros, son vergonzosas para los Dioses. Pero son cruelísimas entre todas para el que sufre tales males. Y tú, no permanezcas en la morada, ¡oh doncella! Has visto grandes funerales, calamidades inauditas y sin número; ¡pero nada sucede sin la voluntad de Zeus!