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Las traquinenses

hay ya trabajos para un muerto. Puesto que la verdad de estas sentencias brilla con lo que ha sucedido, es preciso, hijo, que me prestes tu ayuda, y que no esperes á que mi boca se ponga furiosa. Ayúdame de buen grado y dócilmente, sumiso á esa ley tan hermosa que quiere que obedezcas á tu padre.

¡Oh padre, estoy lleno de terror escuchando tales palabras! Sin embargo, ordenes lo que quieras, obedeceré.

Dame primero la mano derecha.

¿Por qué pides esa prenda de fe?

¿Vas á negármela y á resistírteme?

Te la tiendo, no te rehuso nada.

Jura ahora por la cabeza de Zeus que me ha engendrado.

¿Para qué? ¿Qué he de jurar?

Cumplir lo que yo ordenare.

Lo juro, y pongo por testigo á Zeus.

Si faltas á ello, encomiéndate á las imprecaciones.