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Las traquinenses

cuánto debemos temer otras nuevas! Los males que se sufren y los que se esperan son un mismo dolor.

Estrofa II

¡Ojalá pudiera un viento soplar sobre esta morada y llevarme de aquí, para no morir de terror á la sola vista del bravo hijo de Zeus! ¡Porque dicen que se acerca á estos lugares, roído por un mal irremediable, horrible de ver!

Antistrofa II

Pero, semejante al ruiseñor plañidero, lloraba yo una desgracia que no estaba lejana. He aquí que viene, en efecto, una multitud desusada de extranjeros. ¡Cómo marchan, tristes y en silencio, á causa del amigo que conducen! ¡Ay! ¡ay! Permanece mudo. ¿Está muerto? ¿Duerme?

¡Oh padre, qué desgraciado me haces! ¿Qué haré? ¿Qué partido tomar? ¡Ay!

Cállate, hijo, no despierte el cruel dolor de tu padre. El vive, en efecto, aunque inclinado hacia la muerte. Cierra y muerde tus labios.

¿Qué has dicho, anciano? ¡Vive!

Ten cuidado con arrancarle del sueño que le domina y renovar así ¡oh hijo! su mal horrible.

Mi corazón no puede soportar el peso de mi dolor. ¡Qué desgraciado soy!

¡Oh Zeus! ¿En qué tierra estoy? ¿Entre qué mortales estoy postrado, consumido por dolores sin fin? ¡Ah! ¡Desgraciado! ¡Este mal horrible me roe de nuevo! ¡Ay!

Tomo I
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