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Antígona

cosas. Y sabemos, desde que nuestros cabellos negros se volvieron blancos, que no ha profetizado nunca nada falso á esta ciudad.

Lo sé yo mismo, y estoy turbado en mi espíritu, porque es duro ceder; pero hay peligro en resistir.

Se trata de ser prudente, Creón, hijo de Meneceo.

¿Qué es preciso hacer? Habla; obedeceré.

Ve á retirar á la joven del antro subterráneo, y construye una tumba á aquel que yace abandonado.

¿Me aconsejas eso y crees que debo hacerlo?

Ciertamente, ¡oh Rey! y con gran prontitud. Los castigos de los Dioses tienen pies rápidos y alcanzan en poco tiempo á los que hacen el mal.

¡Ay! Renuncio con trabajo á mi primer pensamiento, pero renuncio. Es vano luchar contra la necesidad.

¡Ve, pues! Obra tú mismo, y no confíes ese cuidado á ningún otro.

Iré al punto. Id, id, servidores, todos, tantos cuantos sois, presentes y ausentes, con hachas en las manos, hacia ese lugar elevado. En cuanto á mí, puesto que me he resuelto á ello, del mismo modo que la he sujetado, la libertaré yo mismo. Temo, en efecto, que lo mejor no sea vivir respetando las leyes establecidas.