bles, no me regocijo por ello; pero, sin embargo, he dicho la verdad.
¡Ay! ¡Desgraciada! ¿En qué calamidad me he sumido? ¿Qué escondida peste he hecho entrar bajo mi techo? ¡Desgraciada! ¿No es, pues, ésta una desconocida, como juraba el que la ha traído?
Ella resplandece por su belleza y por su raza. Ha nacido de Eurito, y su nombre es Iole. Si Licas no ha revelado sus padres, es que no se había informado de ello.
No pido que todos los malos perezcan, pero sí, al menos, los que urden tramas para el mal.
¿Qué es preciso que haga, mujer? Estoy anonadada con lo que he oído.
Ve, é interroga al mismo Licas. El dirá la verdad, si tú aparentas querer obligarle por la fuerza.
Iré, porque es prudente lo que dices.
¿Nos quedamos aquí? ¿Qué hacer?
Quedaos. Ese hombre, sin que se le llame, sale espontáneamente de la morada.
¿Qué hace falta anunciar á Heracles, mujer? Dímelo, pues ya ves que parto.