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Antígona

sas, apagar las antorchas de Evio y ultrajar á las Musas que gustan de las flautas.

Estrofa II

Cerca de los mares Cianeos están las riberas del Bósforo y la inhospitalaria Salmideso de los tracios, donde Ares, que habitaba en las comarcas vecinas, vió la herida execrable de los dos Fineyadas, que había hecho su feroz madrastra, la cual les había arrancado los ojos, no con el hierro, sino con sus manos ensangrentadas y con ayuda de una lanzadera puntiaguda.

Antistrofa II

Y lloraban el destino de su madre y las nupcias de que habían nacido; porque ella descendía de la antigua raza de los Erectidas, y había sido criada en los antros apartados, en medio de las tempestades paternas, como hija que era de Bóreas y descendiente de los Dioses; y trepaba con pie seguro, á la manera de un caballo que corre, lo escarpado de las colinas. Sin embargo, las Moiras eternas la alcanzaron también, ¡oh hija mía!

Príncipes de Tebas, hemos venido juntos, viendo por los ojos de uno solo, porque es preciso que los ciegos sean conducidos para marchar.

¿Qué hay de nuevo, oh anciano Tiresias?

Ciertamente, te lo diré; pero obedece al adivino.

Todavía no he rechazado tus consejos.

Por eso has gobernado felizmente esta ciudad.

Puedo atestiguar que has venido en mi ayuda.