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Antígona

¿Quieres arrebatar el cadáver juntamente conmigo?

¿Piensas darle sepultura, cuando eso está prohibido á los ciudadanos?

Ciertamente, daré sepultura á mi hermano que es el tuyo, si tú no quieres hacerlo. Jamás se me acusará de traición.

¡Oh desdichada! ¿No obstante que Creón lo ha prohibido?

No tiene él ningún derecho para rechazarme lejos de los míos.

¡Ay! Piensa, ¡oh hermana! que nuestro padre ha muerto aborrecido y despreciado, y que, habiendo conocido sus impías acciones, se arrancó los dos ojos con su propia mano; que la que llevaba el doble nombre de su madre y de su esposa se libertó de la vida con ayuda de un lazo terrible; y que nuestros dos hermanos, en fin, en un mismo día, matándose ellos mismos, ¡los infortunados! se han dado la muerte el uno al otro. Ahora que ambas nos vemos solas, piensa que deberemos morir más lamentablemente todavía, si, contra la ley, despreciamos la fuerza y el poder de los amos. Hay que pensar que somos mujeres, impotentes para luchar contra hombres, y que, sometidas á los que son los más fuertes, debemos obedecerles, hasta en cosas más duras. En cuanto á mí, habiendo pedido á las Sombras subterráneas que me perdonen, porque me veo constreñida por la violencia, cederé á los que poseen el poder, porque es insensato intentar nada más allá de las fuerzas de cada uno.

Nada pediré. Aunque quisieras obrar de acuerdo conmigo, no me serviría de buen grado de ti. Haz lo que quieras, pero yo le daré sepultura, y me será grato morir por ello. Habiendo cometido un delito piadoso, amada me ten-